Tengo una visión muy pesimista sobre Venezuela y su posible salida de la crisis económica, política y social. Creo que se puede conseguir, pero que es un proceso largo y tan complejo que llevará mucho tiempo. Tanto, que no creo que yo lo llegue a ver. Seguramente lo harán mis descendientes.
Siempre he pensado que nuestro problema como nación, y también la solución, radica en nosotros. Me refiero a nosotros los venezolanos como ciudadanos, como personas que conciben un país distinto, mejor. No me interesan los paisajes, ni las playas, ni las montañas como argumentos para tener un buen país. Sobre todo porque nada de eso lo ha hecho ningún venezolano. Estaban ahí desde antes.
Más allá del chavismo y del madurismo está la gente. Está ese que se colea cada vez que puede, que pasa el semáforo en rojo siempre, que toca la corneta e insulta en un atasco. Prolifera el que ve siempre la manera de convertir un trámite en una mafia para sacar un beneficio económico: trapicheo de medicamentos, de comida, de pasaportes, de partidas de nacimiento, de artículos de aseo personal. Está el que lanza la basura en la playa, en las plazas, en el metro porque ¿total? los espacios públicos no son nadie. Ignoran que son de todos. Están los funcionarios públicos que se van acostumbrando a trabajar uno o dos días a la semana y cobrar el mismo sueldo que devengaban cuando tenían su horario completo. Está eso llamado “viveza criolla” que, por cierto, aquí tiene su versión española llamada “picaresca”. Finalmente es un tema de educación que demorará mucho en reconducirse.
Pese a todo lo anterior, tengo que decir que no me siento a gusto teniendo esta percepción. Aunque me parezca muy realista y la sienta desde antes de haberme ido del país. No me gusta pensar que Venezuela se ha convertido en presa de esos protagonistas, los “vivitos criollos” , los pillos, los malandrines, los sifrinos ladrones, los bolichicos. Más que nada porque, como todo, tiene también un “lado B”. Es decir, hay una versión del venezolano cumplidor, trabajador, respetuoso, educado, responsable, emprendedor. Quizá hace menos ruido que los otros, pero está ahí con sus latidos, con su invención, con sus ganas de que la pesadilla acabe.
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Creo en la fuerza de los pequeños emprendedores y artesanos como Iraida, la autora de esta muñeca que tengo en Madrid |
Laureano Márquez repite insistentemente que aquél es el país de Uslar Prieti, Andrés Bello, Jacinto Convit, Francisco de Miranda, Teresa de la Parra, Lucila Palacios, Teresa Carreño. El país de quienes hicieron el puente sobre el lago de Maracaibo, la represa de Guri, el teleférico de Mérida, la Universidad Central de Venezuela. Dice que cómo vamos a perder la esperanza teniendo estos antecedentes. Sin embargo, esta retahíla me es insuficiente porque me resulta lejana. Así que decidí buscar mis propias razones para creer…Honestamente he encontrado muchas y aquí se las comparto como un pequeño bálsamo:
- Los médicos y el personal sanitario. Siguen en pie de lucha en hospitales donde no hay ni algodón. Arriesgando sus vidas por los temas de bandas violentas que llegan tiroteando. Los galenos que siguen enseñando en los hospitales universitarios. Viendo a sus pacientes desnutridos y sin medicamentos. A todos ellos un aplauso.
- Las madres. Su fuerza, su empuje y su entrega mueven a tanta gente. Las madres venezolanas de todos los estratos. Son tenaces, insistentes, corajudas. Hacen colas tremendas para los alimentos, las medicinas, los pañales de sus hijos. No les importa pasar hambre con tal de que sus hijos sí coman. Las madres en todos sus colores, en todas las clases sociales están ahí en las trincheras de la lucha diaria. Las madres, siempre las madres. Los abuelos que,pese al pésimo internet, hacen todo para ver a través de una camarita a sus nietos que viven lejos. (Este punto lo tenía pensado y lo olvidé al escribir esta entrada. Me lo ha sugerido, cómo no, Ariana Arteaga Quintero).
- Las Organizaciones No Gubernamentales. Los que se dedican a buscar medicinas, a ayudar a pacientes oncológicos, con VIH, con diabetes, con todo tipos de enfermedades crónicas. A quienes pasan sus días asesorando a familias víctimas de la violencia social y política. A los que ayudan a las madres adolescentes, a los indígenas, a las adictos y a los indigentes.
- Los maestros. Con sueldos vergonzosamente bajos. Con pizarras, programas educativos y técnicas caducas, pero con toda la ilusión de formar a sus alumnos. Los he visto. Tengo familia y amigos docentes. Su fe es inquebrantable.
- Los periodistas que siguen en el país. A pesar de los salarios devaluados, a pesar de las condiciones durísimas para obtener la información, a pesar de lo peligroso que es ejercer, continúan viviendo y trabajando en Venezuela. Buscando datos, fundado nuevos medios digitales, actualizándose. Dándolo todo.
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Creo en mis amig@s en Caracas que resisten, que hacen cosas increíbles por la ciudad, por los demás. |
- Ciertos jóvenes políticos cuyos discursos erizan la piel y a quienes no les ves los vicios de la vieja política. Dejan sus años, su esfuerzo y su salud en cada cita electoral, en cada acto. Ojalá les merezca la pena.
- Las editoriales. He visto desde lejos el nacimiento de varias casas editoriales en un país donde no hay papel para los periódicos ni para nada. Siguen creyendo en la literatura y en los escritores. Organizan ferias del libro y actividades culturales extraordinarias.
- Los artistas plásticos, creadores, músicos, humoristas y también los pertenecientes a nuestra menguada farándula. Ahora hacen teatro y recorren las grandes salas de colegios del país y llevan entretenimiento a quienes pueden pagar la entrada. Mi hermana, por ejemplo, es cantante de ópera y no para.
- Las grandes empresas que resisten la inflación y todo el desastre económico. Esas empresas que son referencias del país por trasladar valores a sus empleados. No diré el nombre de ninguna, pero usted puede imaginar cuáles son.
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Creo en la generosidad de mis amigos del colegio en Puerto Ordaz que, a pesar de habernos graduado hace muchos años, se ayudan todo el tiempo. |
- Los que recorren el país para mostrar sus maravillas naturales en la tv, en la radio, en la prensa y que luchan para que no se desvanezca el turismo en un país lleno de escenarios extraordinarios, pero asaltado por delincuentes y estafadores. Un país petrolero donde las carreteras está rotas y donde te pueden robar, el parque automotor de autobuses está deteriorado, los vuelos nacionales e internacionales están reducidos. La gente que quiere preservar el turismo merece también un aplauso. Por su empuje, por sus ganas, por su pasión.
- Los productores agropecuarios. Siembran, siembran y siembran en condiciones tan adversas, con márgenes de ganancia ínfimos, con todo en contra. Allí siguen buscando en las extrañas de la tierra lo que pueden ofrecer.
- Todas las personas anónimas que están reconvirtiéndose y resistiendo en el país. Que son emprendedores y están haciendo camisetas, bisutería, repostería, artesanía, comida, flores y muchos productos hechos a mano y de mucha calidad.
- Los profesionales que ahora tienen hasta tres trabajos para poder alimentar a su familia. Ingenieros que al salir de la empresa hacen tortas en su casa y venden helados. Profesores que son taxistas al salir de dar clases , abogados que van de los tribunales a su venta de arepas. Todo al mismo todo. Buscándose la vida.
- Los estudiantes. No hay mucho que explicar sobre ellos. Arriesgaron sus vidas ante un gobierno que les mostró sus dientes y sus armas.
- Los intelectuales que allí siguen. A lo mejor su labor no se siente, pero sé de muchos que están permanentemente pensando en una transición y en lo que harán para colaborar cuando ese momento llegue. Ellos están pensando el país del futuro. Están tramando ideas para verlo resurgir. Están escribiendo y creando, siempre.
- La fuerza y las ganas de quienes nos fuimos. A lo mejor muchos no volvemos, pero ofreceremos nuestro talento (si es que contamos con alguno) y nuestras herramientas para hacer cosas por la reconstrucción del país. Eso será así, desde donde estemos. Es un pequeño acto de fe. Es así.
Bueno, yo soy de los que tiene esperanza por el pasado maravilloso que me regaló Venezuela, que sin dudarlo un instante,estoy convencido de que era entonces, el mejor país del mundo, aun en la dictadura de Perez Jimenez, curiosamente, las seudodemocracias han sido las que lo han traido hasta aquí. Luego reflexiono, analizo fríamente lo que NO se ha hecho hasta ahora en las mejores condiciones posibles, veo las actuales, imagino las futuras, y la verdad, siento decirlo, pero se me cae el alma a los pies… :(Besos y salud
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Me suscribo a cada letra, Bria… Abrazos…!!!
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Gracias Negra por hacer esta lista. Estoy de acuerdo con cada palabra. Admiro a todos los que mencionas: médicos, maestros, intelectuales, periodistas, estudiantes. Los admiro porque yo no sé si tendría la fortaleza para resistir los abusos, los atropellos, la barbarie. Y la verdad, no tengo una lius
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Lo siento. Todavía estoy dolida con lo que queda de país… Todavía estoy dolida porque no sé si pueda volver tras las últimas cosas que han pasado… admiro que admires a toda esa gente porque yo no he llegado a ese nivel… yo aún estoy en «¿Por qué no se van?» Me parece horrible, pero es así… Todavía duele…aún sigo en esa parte del duelo… admiro tu comentario y proceso… porque es cierto….
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Bria: tus palabras llegan en el momento exacto que necesito recordar que no todo está perdido mientras haya gente como la que enumeras. Siempre acertada y auténtica en tus escritos. Gracias…
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Te felicito, Bria, por ese escrito que, creo, haces con la intención de levantarnos el ánimo ante la depresión que tenemos por los acontecimientos políticos recientes, pero (cómo dicen algunos por aquí), yo tampoco lo supero. Quisiera poder creer en toda esa gente que mencionas que hace cosas maravillosas en nuestro país, sin preguntarme ¿qué hacen todavía allá?. Los admiro porque todavía creen en él, pero mis expectativas de poder ver de nuevo una Venezuela próspera y maravillosa como la que tuvimos, son cada vez más remotas. Dios quiera que me equivoque. Saludos.
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Es crudo describir a tu país como tú lo haces,con la carne lacerada por tus propios compatriotas que hacen lo que en los buitres es normal,carroñear, pero es lo que tenemos, si te pones a buscar en medio de éstos, encontrarás que la descripción que hiciste es la cruda realidad. El sentido común no existe en esta vorágine mal entendida de nuestros actuales compatriotas y propósitos futuros no se ven en ninguna parte, por lo tanto tendremos lacras sociales para rato, lo último que nos pasaría es que se nos acuse de traidores y vendepatrias y encarcelarnos por atrevernos a decir verdades del tamaño de un buque. Pobre de mi Venezuela rica, mancillada y humillada por tanto cobarde arrastrado.
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¡Gracias por leer y por comentar, Jorge!.
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