Fernando Vallejo
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Miles de inmigrantes desembarcaron en La Guaira sin saber a dónde habían llegado |
Me conmueven mucho siempre las historias de los inmigrantes que pasaron décadas en Venezuela y ahora han vuelto a sus países de origen debido a la situación actual. De verdad se me saltan las lágrimas al escucharlos hablar con profundo amor de aquel país que los recibió y cobijó por décadas. Quieren, añoran y sueñan con ese lugar que, para mí ya no existe, ya no es.
Siempre que tropiezo con alguno de ellos los entrevisto, les pregunto sobre su llegada allí, sobre lo que hicieron, lo que construyeron y lo que vivieron. Les pido que me cuenten cómo conocieron a su pareja, si criaron a sus hijos con las costumbres del lugar de origen, si volvieron de visita a sus casas. Me relatan esos desembarcos en La Guaira, ese clima tropical que desconocían, ese sol picante que les hizo brotar más pecas y ese mar Caribe caliente. Adoptaron a un equipo de béisbol local, casi siempre a Los Tiburones de La Guaira. Se hicieron amigos de sus paisanos, construyeron su empresa: un taller mecánico, un supermercado, un vivero, un restaurante, un comercio de cualquier ramo en medio de un país pujante, boyante y vibrante.
Ahora vuelven a su terruño en Europa (Italia, España y Portugal principalmente) y en otros países de América Latina (Chile, Ecuador, Perú, Colombia) con la desazón de dejar atrás aquello que construyeron con tanto sudor. Vuelven tristes, apretando su lata de galletas llena de fotos sepia de cuando eran jóvenes e inexpertos. Sin ganas de usar el abrigo, viendo siempre las noticias de Venezuela. Sin entender la política de su país de origen. Se deprimen, pero se sobreponen por sus hijos, por sus nietos. Sus miradas se humedecen en cuanto les pregunto por sus años en la Venezuela del pasado, la que ellos disfrutaron.
«Todo era alegría y calor. Nunca aprendí a bailar, pero lo hacía con los ojos, al ver a los venezolanos. Me fui de Galicia siendo una adolescente. Todos los días pienso en Venezuela. Pasé 52 años años allí antes de volver a España. Cin-cuen-ta y dosss. Así que ¿quién es más venezolana, tú o yo, carajita?», me dijo una gallega con sonrisa tristona, su acento marcado y mirándome a ojos.
Abrazo a todos los padres de mis amigos inmigrantes que vivieron en Venezuela, a todos mis panas que ahora vuelven a las tierras de sus abuelos para hacer lo mismo que ellos, buscar un futuro. Esta vida cíclica de ida y vuelta nos está enseñando mucho a todos. Sigamos aprendiendo y oigamos las historias de aquellos que fueron a nuestro país, siempre tienen algo bueno para contarnos.
Imagínate lo que yo pensaria cuando llegué a los siete añitos, pues nada, para mi todo era jugar, todo nuevo, incluso el calor,y lo que mas me llamaba la atención, gente negra y de todos los colores, es lo que mas recuerdo, junto con la alegría de vivir que se respiraba por todas partes, pero con la ventaja de los niños, de no saber, ni siquiera preocuparse por entender, todo nos lo daban hecho y con enormes dosis de amor.El dolor es el de ahora, el ver lo que han hecho los hijos con su propia madre Venezuela, la irreconocible, la traicionada, humillada, apuñalada, triste y en una larga agonía, pero de la que siguen chupándole la sangre sin piedad alguna…Que tristeza, que dolor, carajo…Besos y salud
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Muy bonito este post. De estas historias hay muchísimas, y todas igualmente conmovedoras. Tengo la fe de que ese país, que fue el cobijo de muchos, resurja. Mientras tanto, me gusta saber que podemos ser ciudadanos del mundo y que algún día quizás podamos regresar a nuestra tierra. Quién sabe…
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Debiste ser un niño muy alegre y feliz en aquella Venezuela. ¡Gracias por leer siempre!
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Ojalá sea así y el país sea mejor alguna vez.
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La \»diáspora\» de retornados cuenta con una red cuasi-formal de jubilados y pensionados que si bien se centra en defender los derechos de este grupo en términos de impagos y beneficios sociales, puede servir para mitigar la soledad de los recientemente retornados. En Galicia está APEJUVEG: https://www.facebook.com/APEJUVEG/. Gracias por hablar de los retornados, Bria!
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Cuando mi padre habla de Venezuela.. se le aguan los ojos… Mis hermanos y yo tardamos al menos cinco años para convencerlo de venirse a su país de origen…Cuando escucha un acento latino no puede evitar hablarle a la persona…supongo que fue una Venezuela que conocí muy poco..
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Seré yo venezolana cuando supere los años de vida en España sobre los que viví allí?! Qué duro… no quiero dejar de serlo… y ese país q se va vaciando, casi dejando de existir…
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