Briamel González Zambrano
En Navidad se suele alborotar la nostalgia (según el diccionario de la Real Academia Española la nostalgia es 1.- La pena de verse ausente de la patria, de los deudos o de los amigos. 2.- Tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida). Entre los adornos, los anuncios publicitarios y que se supone que hay que tener un ánimo determinado porque es una temporada del año para estar feliz. Uno de lo que se acuerda es de que está lejos de los suyos, que atrás quedaron otros tiempos (como es natural, desde luego), que llevas años sin ver a mucha gente que amas, que hay un sol resplandeciente, calor y playa y tú estás lejos de todo aquello. Pero no, yo lucho contra la mentada señora. Recuerdo que mi vida está aquí, mi ahora es aquí y también mi alegría.
Tengo un contencioso con la nostalgia desde hace muchos años. Nos miramos de frente, pero yo la quiero lejos, como si fuera una apestada. Le reviro los ojos. Le cierro las puertas. Ella busca colarse por las ventanas. Se me aparece disfrazada en forma de arepa, en una canción, en un libro, en una hallaca con un lindo poema de mi amiga Adriana Bertorelli, en un pan de jamón y hasta en las respuestas que doy cuando algún amigo español me pregunta algún dato sobre Venezuela (desde cuánto petróleo se produce hasta por qué se han ido millones de personas del país). Yo la vuelvo a ver y le digo: “Quieta. Atrás, vete lejos y no vuelvas. No echo de menos ni las cuñas de navidad de los viejos canales de televisión, ni Guaco a todas horas, ni a Nancy Ramos y su: «Voy corriendo a mi casa a abrazar a mi mamá», ni a José Feliciano, ni Vos Veis (ahora San Luis) y su «Navidad y yo tan lejos», ni que se vaya la electricidad, que los supermercados estén repletos de escasez o que no funcione internet. Así que déjame tranquila y lárgate. No quiero echar de menos algo que ya no existe”. La tipa es terca. Yo también.
Hay un momento de diciembre en que ella siempre me gana. Y yo claudicante, le regalo esa pellizco de victoria momentánea, porque en el fondo es el día en el que ella baila y yo…me achicopalo un poco. Cada 31 de diciembre que echo de menos a mi madre, a mis hermanos, a mis tíos y primos, a mis amigos (aunque me queden pocos en Venezuela), a las maletas corriendo por la calle Venecia, el ruido, la música, la guitarra y el cuatro en mi casa siempre sonando. Cada 31 de diciembre que pienso en que mi padre ya no está en este mundo para, aunque sea, cantarme por teléfono y decirme que me abrigue, que debe hacer mucho frío en España. Cada 31 de diciembre flaqueo, me pongo tontorrona, lloro un poco, quedamente. Mi amor me abraza fuerte. Se me pasa. Porque el 1 de enero ya estoy fuerte y a la tipa esa, la nostalgia, no le doy ni agua.
Deseo que la mantengan a raya, que celebren la vida en el nuevo destino, que agradezcan, que abracen, que festejen y que por su puesto tengan: ¡Felices Fiestas!
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El árbol del Parque de la Navidad en Puerto Ordaz, Venezuela. |
Si, ¡Felices fiestas!¡No hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista!Besos y salud
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Bellísimo, mi popular Briamel. Resumes con tan bellas palabras eso que se nos agolpa en la garganta cuando edtas lejos de tu país y de tu gente. Lo comparto en mi FB. Feliz Navidad 🌲
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Felices fiestas también para ti y ojalá el 2019 traiga mejores noticias para Venezuela y para todos en general. Un beso.
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