Migrantes

Los migrantes esos…

Briamel González Zambrano

Estoy en el parque jugando con mi hijo de dos años. Es sábado muy temprano por la mañana y solo estamos nosotros y tres señoras mayores de pelo blanco cardado en un banco muy cercano. Cuando voy a buscar agua para darle al bebé, escucho oraciones aisladas de la conversación de las doñas.

Mi pequeño se mete a jugar en una casita de plástico del parque y yo alcanzo a oír que una de ellas dice: «me da miedo». Ya con esas tres palabras y el bebé en plena distracción serena, la reportera que me habita decide escuchar como quien no quiere la cosa (yo les deba la espalda).

«Me da miedo, pero no creáis que soy racista ni nada. Ni que digo que los migrantes esos son los culpables de todo y quitan los trabajos y eso, para nada. Lo que digo es que tienen costumbres diferentes. Eso no suele terminar bien. Al principio todo es pasión, pero luego salen las cosas. Me da miedo es que se termine separando mi niña. Que en la familia no hay divorciados», dice.

Yo no doy crédito a lo que pasa, pero no me puedo girar tan descaradamente a ver cuál de las tres era la autora de la frase. Quiero decirle: «señora, el niño que está en la casita es hijo de un español y una venezolana. No sea necia», pero no lo hago.

Otra responde: «¡No seas antigua, mujer! Será por divorcios en este mundo. Se puede separar hasta si se casa con el vecino de toda la vida. No tiene nada que ver que el muchacho sea de otro país. Si se quieren y es buena persona, pues está todo hecho».

Yo sigo con ganas de voltear para identificar a cada una en el diálogo, pero tengo que disimular.

Una tercera relata: «Mira, a finales de los setenta fueron de visita al pueblo en Soria unos familiares de unos vecinos. Venían de América. Era lo único que sabíamos. Se pasaron quince días del verano en la cosecha con mis primos, mis hermanos y lo pasamos fenomenal. Resultó que una prima se quedó prendada de uno de los chicos forasteros y al mes él le pidió matrimonio por carta y para allá que se fue y se casó. ¿Te imaginas el escándalo en mi familia? Nadie estaba de acuerdo porque apenas se conocían y parecía una locura todo. Gente de otro país en aquel tiempo era como extraterrestres»

A punto estoy de preguntar: «¿Y qué pasó? ¿Se casaron? ¡No me deje con esta intriga!

Ella sigue contando: «Pues resulta que mi prima se casó y que el muchacho a los pocos años resultó que se hizo millonario en su tierra. Creo que puso una fábrica de hacer zapatos allí. Mi prima es la que mejor ha vivido de toda la familia todos estos años. Casas, viajes, coches, lujos y muy contenta. Ya se ha vuelto para aquí porque allí la cosa está muy mal, pero en Venezuela vivió unos cuarenta años o así. Lo que te quiero decir es que la vida es una ruleta y que no te preocupes más. Si están enamorados, pues tú a apoyarles y ya está».

Casi aplaudo, pero Mateo se cae dentro de la casa y tengo que ir a ver qué tal la situación.

Se me quedó en la cabeza toda la conversación de las doñitas. Sobre todo, me retumbó lo de «los migrantes esos». Me hizo pensar en lo ocurrido esta semana en Estados Unidos. Los políticos utilizando a los migrantes como arma arrojadiza en medio de sus pleitos. Sin importar que lo han arriesgado todo por cruzar una selva peligrosísima, que han caminado durante horas, quizá semanas y que aún hoy tienen el miedo en el cuerpo. Los migrantes somos personas y no puede ser tan difícil entenderlo. De verdad, primero personas.

Anuncio publicitario

2 comentarios en “Los migrantes esos…”

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s