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A lo mejor no hay un después

In memoriam a W.R.H

Briamel González Zambrano

Hace una semana murió un querido amigo a causa del Covid-19 en Venezuela. Solo pasaron cinco días entre que se sintió mal y el día de su fallecimiento. A sus afectos la noticia nos atravesó como un explosivo a un cristal. Por lo rápido, por lo increíble que resulta que le ocurriera algo así a alguien tan joven, con tantos planes. A pesar de que le ha pasado a más de dos millones de personas en el mundo y lo he visto en el telediario, si te pasa tan cerca te parece inverosímil.

Como es natural, en estos siete días he pensado mucho. He repasado los momentos vividos en grupo. He visto fotografías. He hablado con amigos en común. Entre sollozos, audios de Whatsapp a deshoras y llanto ha habido un mensaje persistente: “No dejemos las cosas para después”.  Porque claro, hay quien deja para luego los mensajes, las llamadas, los correos electrónicos, los detalles. El tiempo apremia. No llegamos a todo y pasan cosas como esta. El virus mata a alguien en un pestañear y te quedas con los mails en la bandeja de borradores, con el tarugo en la garganta pensando que no encontraste el momento tan siquiera para preguntar qué tal iban las cosas.

A mi amigo le encantaba este blog. Siempre me decía que leerlo era como sentarse a tomar un café conmigo, que era como escucharme y que no importaba cuánto tiempo tuviéramos sin vernos. Si leía un post, sentía que habíamos conversado. Revisaba todas las entradas y me las comentaba. Yo me sentía halagada y contenta con esas conversaciones. A veces solo me daba tiempo de responderle: “Gracias por leer, gordo querido”. Ahora mismo me regocija pensar mucho en esas charlas y en lo que nos reíamos.

A ti,lector invisible,te invito a que revises si tienes mensajes en la bandeja de borradores, si tienes algo que decir a alguien querido o si tienes esa llamada pendiente. No te pido que te vuelvas una bola efervescente de amor, sino que saldes tus comunicaciones afectivas, que digas los te quiero que te quedan, los abrazos (virtuales, ya lo sé) y los cómo estás. La pandemia nos ha demostrado que a veces no hay un después y que la onda expansiva del explosivo te puede alcanzar a ti.