España

Tener pueblo en España

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Cadaqués. Un pueblo en la Costa Brava que inspiró a Dalí

 

Briamel González Zambrano

El 15 de agosto es festivo en toda España y se supone que este día los pueblos españoles celebrarían sus fiestas patronales, pero este año la pandemia lo impidió. Sin embargo, les quiero hablar de lo que es, significa e implica tener pueblo.

En Venezuela se solía decir “Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebras”, aludiendo a que en la capital siempre estaba lo más avanzado en casi todo, desde la moda, la gastronomía, la tecnología o el mundo del entretenimiento. Yo nunca caía en esa discusión porque me daba más bien vergüenza ajena cierta ignorancia de los capitalinos de su propio país y porque la mayoría de las veces eran bromas retadoras para ver si te picabas.

Cuando nos fuimos de Puerto Ordaz a estudiar en Caracas, había gente en la universidad que nos preguntaba cómo hacíamos para llegar al colegio dado que nuestra ciudad “estaba en medio de la selva”. Un par de amigos se inventaban historias tipo: “Nos subíamos a una chalana, luego íbamos en curiara por el río abajo. Llegábamos a la escuela que estaba en pleno monte y en las aulas teníamos que estar pendientes por si entraba alguna culebra o un mono”. Yo me partía de risa y no dudo que alguien les hubiera creído.

En España, también hay rencillas entre Madrid y Barcelona y entre las capitales de Comunidades Autónomas y las ciudades relevantes (por ejemplo, entre Sevilla y Granada, Córdoba o Málaga).  Es un país con un grueso territorio rural y ocho mil kilómetros de costa. De manera que en su geografía se puede encontrar campo, vides, olivos, girasoles, melones y también mar Mediterráneo, Atlántico, Cantábrico, además de zonas de montañas deslumbrantes. Alrededor de todos estos paisajes hay casi diecinueve mil pueblos que pueden tener desde diez a muchos miles de habitantes.

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Olvera, un pueblo en la sierra de Cádiz

En las aldeas y poblados españoles hay una gran riqueza cultural. De hecho, desde muchas de esas villas fue desde donde salieron los migrantes que llegaron a América, a Alemania y a otras zonas del mundo cuando aquí había guerras y hambrunas. Conscientes de ello, los pueblerinos que salieron a estudiar y vivir en ciudades en España pocas veces dejan atrás su pueblo. Lo visitan, lo quieren y tratan de no faltar a sus fiestas ni perder el contacto con determinadas tradiciones. Quien tiene pueblo tiene un tesoro, sobre todo en verano. Porque cuenta con un lugar a donde ir para escapar de la ciudad, casi siempre refrescarse en un riachuelo o en el mar. Puede reconectar con la naturaleza, con amigos de la infancia y con la familia. Pasar días sin internet, televisión o tecnología, si te apetece. Ir de bares, visitar pueblos vecinos, redescubrir monumentos. Reír y disfrutar.

Tengo la suerte de que mi pareja sea un chico de pueblo. Vamos mucho a lo largo del año porque solo está a 130 kilómetros de Madrid. Hace un frío que pela y en verano se está mucho más fresco que en Madrid. Tiene lagunas, embalses, riachuelos y paisajes mágicos con fauna deslumbrante. Así que es nuestro pequeño oasis de descanso y solaz. Si tienes un amigo español que te propone ir a su pueblo, JAMÁS desprecies esa invitación. Aprovecha la oportunidad y sobre todo abre tu mirada para descubrir cosas nuevas. Si vas con la mentalidad de “me invitaron a un monte, yo que soy de ciudad”, mejor quédate en tu casita. Si quieres ver otras formas de vivir, de ser y de estar, entonces ve, conoce, come, baila y adéntrate en esa España que va más allá de los anuncios publicitarios. Allí hay mucho que encontrar.

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Una amiga venezolana que tiene tres niños y vive en Madrid me dice que un día tuvo que explicarles a sus hijos por qué ellos no tienen pueblo donde ir. Los chicos lo preguntaban porque todos sus compañeros de clases hablan del pueblo de sus abuelos y de ir al pueblo en fiestas. “Les dije que no somos de aquí, que nuestra familia está lejos, pero que no importaba porque teníamos España entera para irla conociendo cuando queramos. Mientras les daba mi respuesta me dieron ganas de llorar porque en el fondo yo también quisiera tener pueblo”.

Información de interés:

Los pueblos más bonitos de España

 

 

 

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Arianna Arteaga: La comeflor que busca y encuentra lo hermoso de Venezuela en medio del caos

Briamel González Zambrano

Nos vemos una mañana de agosto en el vestíbulo de un hotel que nos guarece del aplastante verano madrileño. Arianna Arteaga aparece puntual, me da un abrazo (como si nos conociéramos de siempre) y pide al camarero: “Un café intravenoso, por caridad”. Él sonríe y al rato cumple el deseo y le trae la taza a la pequeña mesa en donde ella se mete en el papel de entrevistadora y empieza preguntándome con su voz dulce y su acento caraqueño: “¿Cómo estás? ¿Cuánto llevas aquí? ¿Te va chévere, mi amor? Tu nombre me suena mucho. Seguro te he leído por ahí”.

La Rorra le había pedido unos minutos a esta periodista, fotógrafa y bloguera de viajes venezolana para conversar sobre qué significa recorrer la Venezuela actual, qué la trajo por Madrid y qué experiencias comparte con los compatriotas venezolanos que se encuentra en sus aventuras alrededor del mundo.  Ella, divertida y con el desparpajo de acompañante, aceptó la invitación ipso facto. Con Arianna inauguramos la serie #PasanPorMadrid, que serán entrevistas a venezolanos que nos visiten.

A sus preguntas iniciales le contesto, le hablo de La Rorra en el teclado y de que pertenezco a la asociación Venezuelan Press (que reúne a periodistas venezolanos residentes en España). Paso pronto a ser yo quien interroga a esta trotamundos inagotable y experimentada. Ella que se declara contemplativa, autora del blog La pequeña comeflor, que separa en sílabas las palabras cuando quiere hacer hincapié en sus emociones y que además, se permitió el lujo de llamar en su cara “negra mojona” a La Rorra en el teclado.  A-LU-CI-NAN-TE.

.-Entiendo que estás por Madrid por trabajo por el proyecto 3 Travel Bloggers . Cuéntame de esa experiencia.

Es un programa en el que trabajo desde mayo de 2015. Somos 9 blogueros de viajes y visitamos destinos de 3 en 3 en América Latina y ahora con Madrid inauguramos Europa. José Luis Pastor, mi jefe y creador del proyecto, me llamó una primera vez y dije que no porque tenía mi propio show web llamado Al Aire Libre, un programa de televisión llamado La Cocinita de Babel, donde entrevistaba a extranjeros que viven hace muchos años en Venezuela y les preguntaba sobre cómo hacían los platos de sus países de origen.

.-¿Qué pasó con esos proyectos? ¿Cuándo dijiste que sí a 3 Travel Bloggers?

Yo dejé la puerta abierta y la segunda vez que me llamaron estaba en un punto de quiebre en mi vida. Me acababa de divorciar, los patrocinantes no me habían renovado los contratos.  Me quedé  sin trabajo y preguntándome: “¿Y ahora qué, jeva?”. Me llamaron otra vez y dije que sí. ¿Sabes? Antes de que Venezuela estuviera en una situación tan complicada, yo siempre quise hacer el trabajo de mi mamá (la periodista de viajes Valentina Quintero), pero en Latinoamérica. Lo quería hace mucho. Antes de tener este apego con mi país tan de enfermo terminal, en vez de amante saludable. Luego todo cambió y decidí que Venezuela era mi fuente, mi arraigo y el lugar que yo quería mostrar.  Ahora apareció esta oportunidad y la estoy disfrutando mucho. Me dio mucha tristeza que fuera un proyecto en el extranjero el que me salvara de ese momento tan difícil. Sin embargo, ha sido una experiencia extraordinaria y mis seguidores han sido tan generosos. Me dan consejos, sugerencias, se alegran de que yo visite sitios y que represente a Venezuela. Estoy encantada. Me veo recorriendo estos lugares y me doy con una piedra en los dientes y me digo: “¡Qué trabajo tienes!”. Hemos ido a Medellín, Botogá, Cali, Lima, Quito, Galápagos,  Manaos, San Salvador y ahora Madrid.  Además, como ahora en todas partes hay venezolanos, ellos descubren conmigo sus ciudades y es muy divertido.

Arianna Arteaga en faena fotográfica

.-¿Cómo ves la relación de los venezolanos que viven fuera con Venezuela?

Es muy dura, muy difícil porque ustedes no tienen oportunidad de ver las cosas bonitas. Quienes vivimos en el país, estamos inmersos en la tragedia, sin duda, pero hay gente que sigue trabajando muchísimo. Hay  expresiones de solidaridad que son bellísimas, podemos reencontrarnos con  la naturaleza, con los posaderos que son unos tercos porque de verdad quieren atender a la gente. Tienes oportunidad de ver cosas lindas. Si las buscas, claro. Reconozco que también es una cuestión de actitud. De encontrarte con una Venezuela maravillosa que sigue latiendo, con una inmeeeensa capa de mugre, desidia, corrupción, eso sí, pero hay una Venezuela que subyace, que está allí y que necesita su espacio.

.-¿Te han acusado de evadir la realidad al exponer estos argumentos? Quiero decir, por estar siempre viendo bellezas  en medio de la catástrofe. 

(Pone gesto serísimo por primera vez). ¡Uffff! Muchísimo, pero siempre respondo que la realidad es mucho más amplia, más compleja. Cuando me dicen que me evado porque veo lo bonito, NO es verdad, pana. Eso que yo cuento, los paisajes y las personas que están haciendo cosas hermosas también es realidad y está pasando y tiene que contársele a la gente. En este caos, en medio de este mierdero, también hay  que cosas buenísimas que  pasan todos los días y que son pequeños instantes de luz. ¡Todos necesitamos de esa luz! Mi blog se llama La pequeña comeflor. Eso ya es una declaración. Lo mío es la contemplación. Yo no engaño a nadie, me la paso viendo las maticas, los paisajes, los atardeceres, las cascaditas, las playas, las montañas.  Me gusta ver y contar eso.

Una foto de Los Roques (Venezuela) por Arianna Arteaga

.-¿Qué tal la experiencia de ser profesora de fotografía en la Escuela Foto Arte? ¿Qué te han ofrecido esos viajes con alumnos alrededor de Venezuela?

Eso es bellísimo y a eso también dije que no al principio (risas). La fotografía fue un instrumento, una afición, una pasión. Tenía una suerte de baja autoestima de fotógrafa. Ni me sentía fotógrafa profesional, aunque a veces me pagaban más por mis fotos que por mis textos. Me ofrecieron dar clases y lo veía imposible porque me la paso de un lado a otro. No me imaginaba en un aula. De repente, hice la propuesta de hacer viajes con estudiantes de fotografía. Me la aprobaron y ya llevamos cinco años haciendo los “Destinos Fotoarte”. Además de ser una maravilla la docencia, ha sido una estupenda de experiencia-país. Mis alumnos se reencuentran con el país, se reenamoran de su luz, sus aromas, sus sabores, de su tierra, de su gente. Creo que es lo más bonito. Son quince personas y tengo la oportunidad de encontrarme con las cosas bonitas de Venezuela. Cuando me llevo a este pequeño grupito ellos también pueden vivirlo directamente. Cuando ellos están conmigo y lo ven, yo les digo: “Ahí lo tienes”. Este año voy a celebrar el aniversario en La Laguna de Ologá y en Congo Mirador (ambos en Zulia) donde todo empezó.

.-Vendes tus fotografías en el exterior.  ¿Cómo te ha ido con eso?

Muy bien.  Inclusive vendiéndolas desde Venezuela y haciendo los envíos por paquetería internacional. Hago envíos a Doha, al polo Norte, a Noruega. Llegan estupendas a sus destinos. Nos ha ido maravilloso porque hay mucho venezolano viviendo fuera. Mis fotos de verdad son pedacitos de mi ser. Esa decisión del “click” es para mí crucial cada vez que la hago, son  momentos especiales para mí. ¡Son instantes en los que dejé el alma, jeva! Es mi alma viendo a través de este lente. Estas fotos que vendo son firmadas con mi propia manito, el certificado yo lo hago, todo a mano. Le escribo: “Trátela con cuidado”. Quiero enviarles mi cariño, dejarles un abrazo, mandarles mi afecto profundo desde el país que a ellos les dolió tannnto dejar…

 

(Pausa para respirar de La Rorra. Repentinos e inesperados ojos vidriosos.  La última frase ha sido un puñal afilado rozando órganos vitales y sin intención. Una sensación inopinada. Un desarme. Una estocada. Aprentando los labios fuerte uno contra otro. Dedos en las pestañas inferiores para detener una lágrima. Arianna lo nota.  También pestañea rápido, solloza y suelta: “¡Ay ,mi vida!”, y se pasa la mano por su lacrimal derecho.
Yo intento recuperar rápido la compostura y retomar el hilo de la conversación. Le pido disculpas y le digo que tal cosa nunca me había pasado en muchos años de reportera y que ha sido muy cursi. Sigo preguntando.)

.-¿Cómo es la relación de los venezolanos con los que te encuentras en los viajes, aparte de esto que acaba de ocurrir?

Yo estoy clara en que ser hija de mi madre significa asumir cosas abrumadoras. A veces me provoca decir que solo soy una tipa que viaja. Una niña normal. Yo salí de ella, pero nada más. En el fondo sé que significo mucho más que eso. La gente cuando me ve es como si se encontrara un pequeño tepuicito y me quiere abrazar. Es bonito. En Quito fuimos a hacer el recorrido de los seis templos y puse en las redes que se acercara el venezolano que estuviera por allí y que quisiera. Estaba una familia con la mamá que tenía dos años sin ver a sus hijos. Nos vimos y nos pusimos a llorar. Así, como nosotras ahora. (Ríe suavemente y me mira a los ojos.)

.-Y eso va a seguir pasando…

Me pasa en un montón de lugares. La gente me abraza. Me besa. Y a mí me conmueve mucho, porque siento que les regalo un poquito de esperanza, o un poquito de la calidez que… que…

.-Que somos o que fuimos, no sé…

Sí, que somos y que extrañan. La gente cuando recibe su fotos me manda correos, me manda fotos de la foto, de dónde la montaron, el orgullo que sienten al verlas. Gente que a veces quiere justificarse por haberse ido. Y no, eso es una decisión tan personal, tan válida, soy incapaz de juzgar a nadie. Irse es difícil y quedarse también.

.-Y es un debate tan fútil y estéril…

También. Con todo lo que hay por hacer, cada quien siga luchando desde donde esté.

.-Con todo lo bonito que hay, no me atrevo a recomendar a mis amigos españoles que visiten Venezuela  por temas de seguridad. Eso me hace sentir mal, pero es así.

Yo misma digo que todavía no. Salvo en ciertas condiciones. Canaima, por ejemplo, está bien y se puede planificar un tour con medidas seguras. Lo que no se puede es a la cañona, pero con un tour organizado sí.

Eso que te pasa es natural, pero también creo que hay una sensación muy loca. Es como que hablar bien de Venezuela, de invitar a ciertos lugares para conocer sus bellezas, fuera prácticamente justificar al chavismo.

.-¿Tú crees?

Sí, hay esa sensación. Si ves los periódicos chavistas eso es Disney. Hay esa idea de que la única manera de denunciar las atrocidades del chavismo es  hablar de los desastres. Entonces nos hemos convertido en unos pésimos embajadores. Parece que tenemos que decirle a la gente que no hay papel de baño, que se va la luz, que no hay nada. Y no, me niego. Hay expresiones bellísimas de solidaridad con desconocidos, de afecto, de profundo amor. Historias que enternecen en la calle. Gente que habla con los demás sin conocerlos. La gente se mete en las conversaciones sin saber quién eres. Me encanta, lo amo.

.-¿Lo amas? Algunos no entendemos eso. Digamos que no conectamos con esas conversaciones espontáneas en una cola o en una ascensor, en un avión,  o donde sea… No lo hacemos para nada.

¿Quéeeeee? En este sentido, yo soy pro-fun-da-mente  venezolana. Yo en un supermercado le pregunto a una señora una receta. Yo me pongo de toooda la vida con el señor de la cola, con el que me pregunta una dirección. Con todo el mundo.

.-Yo para nada… Contesto la hora y lo justo que me preguntan.
(Ríe.) ¡Es decir, que eres una negra mojina, bueno, mojona más bien!

(Reímos las dos.)

Puede ser…

¿Qué les dices a los venezolanos en el exterior que quieren tener una relación saludable con el país?

Que los países son construcciones. El país está en ti. Búscalo aquí (y se señala el pecho).

COORDENADAS
Arianna Arteaga
Instagram: Arianuchis

 

Twitter: Arianuchis
Interesados en comprar sus fotografías pueden escribir al correo gabo@fotosarianuchis.com y les enviarán el catálogo.
Una foto del Roraima por Arianna Arteaga