Briamel González Zambrano
Salí esta semana con una pareja de amigos y ella me decía que lleva siete años en España y nunca ha vuelto a Venezuela. Que echa de menos muchas cosas y que iría mañana de visita si las circunstancias se lo permitieran. Su marido, en cambio, negaba con la cabeza y dijo:
.-¿Cómo vamos a llevar a nuestros hijos para allá? ¿Cómo vamos a pasar nuestras vacaciones en un lugar donde no hay agua, no hay electricidad, no sabes cuánto cuestan las cosas, no hay seguridad ni comida? ¿Cómo vamos a ir a un sitio donde no funciona la sanidad? Un lugar de donde la gente sale caminando por la frontera porque no aguanta más. Hay que dar margen para que todo mejore un poco y entonces vamos.
Ella respondió:
.-Se nos van pasando los años dando ese margen y yo lo que quiero es abrazar a mis padres y a mis hermanos.
Yo, que estoy de acuerdo con el marido, me quedé conmovida. Estuve pensando en toda la gente que vive esa saudade perenne, esas ganas de abrazo apretado, ese duelo de no entender del todo qué hace tan lejos de su casa,cuando allí están sus familiares más queridos y su corazón sigue latiendo a la mitad.
En breve cumpliré cuatro años sin ir al país. En este tiempo han pasado tantas cosas que creo que si fuera hoy una buena parte me resultaría desconocida, como un tío muy querido al que llevas años sin ver y te sorprenden los cambios que la edad ha hecho en su físico. No entiendo la moneda, ni he visto nunca los billetes nuevos, no sé cuánto valen las cosas, no he visto en directo las colas para la gasolina, la delgadez de todo el mundo, las yincanas para comprar comida o medicamentos, la falta de suministro eléctrico. «Aunque lo veas en las noticias, una cosa es leerlo y otra vivirlo», me repite mi madre.
Otra amiga fue en marzo a Caracas en medio de los apagones y volvió tan espantada que dice que no regresará jamás, que no comprende la ciudad (como si alguien la comprendiese), que no entiende el funcionamiento de nada, que pasó días sin poder salir de casa por la falta de agua y luz.
¿Cuánto nos han desdibujado al terruño a quienes nos fuimos y a quienes siguen allí? ¿Cuánto lo han destruido? Me da por voltear las preguntar y pensar: ¿Qué aspectos de la vida no ha tocado la demolición nacional? La respuesta sale sola aunque no aplique para todos: A los afectos más profundos. Ese es el lugar reconocible, fulgurante, espacioso, inmenso. Por ellos, hay quien siempre tiene ganas de volver de visita sin importar las penurias. Esa es la fuerza más poderosa, la del amor.
Texto recomendado:
El Apagón, un podcast de Radio Ambulante.
Si, así es…Que tristeza siento cuando leo estas cosas, es difícil asumir que se habla de la Venezuela en la que me crié… :(Besos y salud
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Querida, volver también da miedo. Yo viajaré el sábado y estoy aterrada.Te comparto el blog que decidí iniciar justo hoy, besoshttps://familiademigrante.blogspot.com/
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Bea y a todos los que se han ido. Es verdad que tenemos un pais desdibujado, pero creanme que desde afuera todo se ve peor. Yo vivo aun aqui, y asi como ustedes han tenido que reinventarse en un pais nuevo, nosotros tambien aqui. Hay una gran cantidad de emprendimientos que han surgido, sobretodo de gente joven, que estan triunfando y les va muy bien. Con una diversidad enorme desde productos ( ropa, bebidas, restauranes hasta servicios como recorridos por diferentes lugares de la ciudad y del pais, posadas, acompañamientos en momentos de accidentes, etc Siguen habiendo teatros, conciertos, menos que antes, pero los hay. Es verdad que hay problemas de luz y de agua, la gente se las ingenia, han puesto plantas, tanques y ya el dolar circula casi como moneda oficial. No es que seamos Resignados, es que somos Resilientes, que es distinto. Yo le dirira a tus amigos que tienen aqui a sus padres y afectos, que se animen a venir. Nadie dice que se regresen, solo que vengan unos dias, pero los de aqui tambien necesitan mas ese abrazo solidario y de amor. La gente mayor se ha quedado muy sola, de pronto las familias se desmembraron, cosa que no estabamos acostumbrados y creeme que es un dolor constante, porque sabemos que ustedes estan mejor, pero los extrañamos. Mis sobrinos que viven afuera no dejan de venir por nada del mundo en navidad, y vienen con sus bebe y conyuges extranjeros. Sin grandes planes, solo estar juntos es una gozadera y a nosotros nos hacen la navidad con tanta alegria. El 31 se nos fue la luz un rato y mi cuñada apenada con la nuera colombiana. Pues resulta que los papas de la nuera colombiana tenian un plan buenisimo en una finca alla en colombia y no pudieron ir porque cuando estaban saliendo para el plan a las 9 de la noche, se les fue la luz alla en colombia tambien!!!!!!! Animo, que se los digo yo, desde afuera se ve peor.!!!!!
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Gracias por comentar María Carlota. Soy consciente de la fuerza de quienes se quedaron, de los emprendimientos también porque tengo amigos que no se van porque no quieren y tienen sus empresas pequeñas y medianas.
Como digo en el texto, lo que no han podido demoler son los afectos profundos que siguen allí.
Abrazos.
Bria (no Bea, jejej)
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ojo, respeto profundamente los que tienen temor de venir. De mis hermanos tengo 4 afuera, 2 no vienen ni amarrados y 2 si han vuelto en varias ocasiones. Los que vienen lo han disfrutado, vienen, recargan energias emocionales y se van felices. Los que no han venido, sus hijos han crecido ajenos a esto, a nosotros, a sus afectos. Nosotros se lo respetamos pero honestamente, es una lastima y ellos se lo pierden.
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